De forma individual o en grupo, el desarrollo personal y profesional se puede mejorar mediante un trabajo específico. Para entrenar se necesita un preparador. Una persona con recursos para iniciar la reflexión, encontrar lo que se quiere y dibujar el camino hacia la meta fijada. Tres pasos que inician, como clientes, las mujeres en un 65% frente al 35% de los hombres.

La palabra coach tiene diversas aplicaciones. En este ámbito, se relaciona con la psicología sin serlo. Un equilibrio mental más debilitado, buscar la raíz de los problemas y la reflexión del paciente son las tres diferencias de la psicología frente al coaching, destaca Andrea Linati, licenciada en publicidad y relaciones públicas, formadora, consultora y coach profesional.

La comprensión del cliente como una persona completa, que quiere mejorar en el presente para alcanzar un futuro mejor, es lo que define el entrenamiento de nuestras emociones.

 La preocupación por el dinero. El mal de amores. Un futuro incierto. Trabas que nos pueden limitar a la hora de conseguir nuestros objetivos. A la hora de estar a gusto con nosotros mimos. Detrás de las vallas está la meta. Ser felices.

El objetivo es claro. El camino difícil, tanto para los que buscan sólo sobrevivir como para los que se plantean, de forma consciente, cómo mejorar. A veces se piensa que al obtener A (un trabajo) se llega a B (felicidad). Sin embargo, los sentimientos no son matemáticas.

 La frustración laboral, no tener trabajo o no encontrarnos donde creíamos que estaríamos a cierta edad, son causas que requieren de coaching para el 50% de los clientes. El dinero y el amor las siguen de cerca.

Todo ello influye en el estado de cada persona, su confianza, su seguridad, los miedos. Por ello, a pesar de que un tema preocupe más que otro, en la primera sesión se trabaja el estado general de la persona. Después, es el momento de abordar:

 Los pensamientos. Trabajar las creencias que limitan, esos pequeños “saboteadores” que influyen en cómo nos tratamos, lo que nos decimos y qué pensamos cada día.
 Conectar con nuestra parte leader. Ese lado sabio, que nos quiere y que sabe aconsejarnos.

Ejercitar nuestra manera de enfrentarnos al mundo. Con ejercicios como, por la mañana, conectar con lo que somos a través de la meditación o simplemente valorar lo que tenemos frente a lo que queremos poseer. Por la noche, anotar entre tres y cinco éxitos del día.

 Apreciar lo que tenemos. No presionarse para conseguir lo que no se posee. Cada día es nuevo para dar un paso más hasta nuestra meta. En definitiva, pensar en positivo sobre quienes somos, lo que podemos conseguir y, sobre todo, lo que ya hemos logrado.